viernes, 20 de abril de 2007

Soy una seño


¿Sabes cariño?, cada año, en el cole en el que trabajo, me piden por estas fechas que escriba un artículo para el periódico del cole, y que busque un tema de nuestro ciclo, que es el nivel en el que yo enseño, la Educación Infantil. Y siempre suelo hacerlo sobre vosotros, los peques, vuestras evoluciones y vuestros logros, vuestras anécdotas, vuestras cosillas...

Pero este año, el corazón me pedía hacerlo sobre mi profesión. Le dedicamos tantas horas y tanto amor, que nos duele a veces ver como para algunos sectores de esta sociedad somos "los que tenemos muchas vacaciones", pero pocos ven el trabajo y la dedicación que hay detrás de una palabra tan grande como es "maestro", o "seño" en mi caso, que en vuestras boquitas de piñón, todavía cobra más sentido.

Cuando un niño llega a mis manos, tiene 3 años o menos. Está descubriendo el mundo. Y cuando se marcha tiene 6, y el mundo ya se le queda pequeño por todo lo que ha explorado y conocido.

A lo largo de esos 3 años, son muchos días y muchas horas las que pasamos juntos, haciendo lo más bonito del mundo que es aprender, investigar, descubrir, explorar, curiosear, escuchar, reir, cantar, jugar, pero sobre todo, vivir.

Y en esos 3 largos años, no sólo somos las seños, somos a ratos madres, atacordones, suenamocos, enfermeras, animadoras sin pompón, cantantes de canciones sin sentido ni música, curamos el cuerpo con agua mágica y soplidos y el corazón roto con abrazos por el amigo que nos empujó o por aquel gol que nunca entró en la portería.

Cargamos en brazos el peso de unos peques que día a día crecen como gigantes, y la espalda se acuerda, la cabeza a veces está a punto de explotar por escuchar al unísono como 25 grupos de cuerdas vocales gritan sin parar, y la pobre garganta nuestra se encoge de miedo a veces con sólo pensar que tiene que emitir sonidos para que esos 25 seres escuchen.

Y todo ello con alegría y sonrisas, perdemos el sentido del ridículo (todavía no lo he encontrado...), nos disfrazamos de cualquier cosa, desde pastorcilla del Belén, a Dulcinea del Toboso, y vivimos eternamente jóvenes entre manitas que huelen a colonia y a jabón, y que nos dicen cada mañana "seño guapa", aunque al levantarme haya visto en el espejo más bien a la bruja de Blancanieves, pero da igual, porque para ellos siempre seremos igual que una princesa.

Y eso no tiene precio, mi recompensa son esas caritas mañaneras, medio dormidos aún, que es sonar el timbre del cole, y corren al verme bajar las escaleras para darme un abrazo. ¿Existe algún otro trabajo así?. Seguro que no.

Y un día, mis peques serán lo que quieran ser. Pero todos ellos, desde el primer ministro al más humilde de los trabajadores, llevará dentro de su corazón aunque ya no recuerde mi cara, la semilla de aquello que por primera vez sembré dentro de su alma y su cabecita.

Mientras, aquí seguiré haciendo lo que mejor se hacer. Enseñar. Aunque aún tengo yo mucho por aprender. Todos los días. Y aprenderemos juntas corazón. Yo de tí, y tu de mí. Y ambas de papá, que es un sol.

Te quiero