jueves, 16 de agosto de 2007

Mi infancia son recuerdos...

De un patio de Sevilla...

Querid@ peke:

Así comenzaba Antonio Machado uno de sus grandes poemas, y así comienzo yo hoy la historia que voy a contarte.

Ayer recibí un power point, una presentación de estas que te recuerdan que si fuistes un niño a finales de los 70 y principios de los 80, fuiste un niño afortunado. En esa categoría estoy yo. Y sí, fui una niña AFORTUNADA, con mayúsculas, y así se lo hice saber una y mil veces a la psicóloga durante todo el tiempo que duraron las entrevistas psicosociales, y en las que siempre salía a relucir el tema de la infancia, supongo que por esa manía que suelen tener los psicólogos de que lo que te marca en tu infancia marca para siempre tu comportamiento como adulto.

Pues bien, a mi me marcó con la F de felicidad. Mi infancia son recuerdos de las calles de Córdoba. De risas en el patio del colegio, de juegos, a la goma, a las 4 esquinas, a la comba, a pillar... son recuerdos de domingo, de tu abuela poniéndome de punta en blanco para dar un paseo, peinando mi pelo (que por entonces llevaba por la cintura), poniéndome lazos y dándome miles de besos mientras. Son recuerdos de días de colegio, de mañana y tarde, de llegar a casa, de tareas, de meriendas de bocadillo y de un ratito de juego si quedaba tiempo... Son recuerdos de mañanas de sábado, con la "Bola de Cristal" y el cola cao, son recuerdos de cumpleaños de chocolate, mediasnoches, fanta y tarta en el salón de casa, donde cabíamos todos, familia y amigos y no pasaba nada. Son recuerdos de piscina en verano todos los días, sin bloqueadores solares y "despellejándonos" unos a otros en esa muda de serpiente que hacíamos de vez en cuando... Son recuerdos de la Nancy, del parchís, de tu abuelo Antonio enseñándome a jugar a las damas, al dominó, a las cartas en esas tardes de invierno frías y oscuras, con la lluvia tras el cristal y el braserito encendido, de enagüillas de la mesa camilla, de la abuela Luisa cosiendo mientras no me perdía de vista y yo vestía mis muñecas con los trocitos de tela que sobraban... Son recuerdos del vaso de leche obligado antes de acostarme "para tus huesos" repitiendo una y otra vez la misma cantinela la abuela cada noche mientras me besaba la cabeza, recuerdos de la mano grande, que a mi me parecía inmensa del abuelo cuando me llevaba andando por las calles de Córdoba "para que nunca se te olvide de donde eres y te sientas orgullosa de tu tierra", como solía decirme...

Son olores también, a guisos recién hechos cuando volvía a medio día del colegio, a sopa calentita en invierno, a gazpachito fresquito en verano, a "tierra mojada" justo antes de una tormenta, esas en las que la abuela Luisa se escondía para no escucharlas y el abuelo me asomaba a la ventana para que contase cuanto tiempo pasaba entre el rayo y el trueno para que no tuviese miedo..., a "Alada" y "Farala", las colonias que se ponía tu tía Mª Luisa cuando empezaba a salir con tu tío Jose y yo sólo era un pequeño "estorbo" de 7 años...Mi infancia huele a canela y azúcar, a pestiños en semana santa, a gachas dulces por los santos, a polvorones y anís en Navidad, a rosquitos fritos y natillas caseras... Huele a cariño, a amor, a abrazos y besos dulces de mis padres, de mi hermana, a noches de sábanas suaves con olor a ropa recién lavada. Huele a felicidad.

Mi infancia también son recuerdos de peleas entre amigos y reconciliaciones a los dos segundos, de riñas de mis profesores y reprimenda paterna porque "algo habrás hecho" sin quitarles autoridad jamás ni denunciarlos a las primeras de cambio. Son caidas por la calle, conchas en las rodillas, mercromina roja indiscreta que lucía como heridas de guerra. Sin ordenador, ni Nintendo, ni internet (tan valiosa hoy para mí), con muchos cuentos, tebeos (¡ay esa "Esther y su mundo!") y muchas historias inventadas por parte de tus abuelos.

Son tardes de verano tumbada en la piscina viendo como pasan las nubes, el olor a cloro y a hierba fresca. Son noches estrelladas, con la abuela señalando el lucero más brillante del cielo (ese Venus...) y diciéndome que es mi hermano que me cuida desde el cielo, que siempre que me sienta triste mire hacia allí que él me mandará un beso. Es saber hoy día y ser consciente de lo fuertes que fueron mis padres, de como lucharon por nosotras, por nuestra educación, por nuestro bienestar, de como perdieron un hijo de bebé y aunque nunca se recuperaron, hacer que para nosotras su recuerdo siempre estuviese vivo de alguna forma, en forma de ese lucero que aún hoy sigo mirando y al que le pido noche sí y noche no, que te cuide a tí hasta el día en que yo pueda abrazarte...

Y en fin, son miles de recuerdos, tantos que no creo que pueda explicar con palabras la mitad de ellos. Sólo se que fui feliz. Y que quiero que tú lo seas. He tenido grandes maestros para enseñarme, espero ser la mejor profesora junto con tu padre de la vida para tí. Desde mi profesión veo a diario que las cosas han cambiado mucho, que hay niños inmensamente tristes a pesar de tenerlo todo... todo, menos la atención de sus padres.

Si hay un pilar básico en nuestra infancia, son ellos. Un niño lo único que necesita para crecer, madurar y ser feliz es a su familia. Amor y cariño. Nada más. El resto son cosas más o menos necesarias, pero totalmente prescindibles. El amor y la atención no se pueden sustituir ni con el más espectacular último modelo de algo. Y mira que se, que cuando estés aquí tendrás un mucho de todo... pero de lo que quiero que tengas un muchísimo, un demasiado, es de este tipo de recuerdos que yo tengo en mi mochila de la infancia. Y lucharemos porque así sea, no lo dudes ni un segundo.

Te quiero. Te queremos. Papá y mamá.