Querid@ peke:
Yo, como las campañas del Corte Inglés, cada primero de septiembre, vuelvo al cole. Y siempre soy un poco niña ese primer día. Me abrazo a mis compañeros, a mis amigas, entro en la clase, donde todo vuelve a oler a nuevo, a recién pintado. Abro con emoción las cajas que dejé embaladas en junio, donde guardo los pequeños tesoros que viajan conmigo de clase en clase. Conozco a nuevos compañeros que se embarcan en esta aventura de la educación. Nos reimos, nos contamos las anécdotas del verano, recordamos a los que se han ido y observamos a los que acaban de llegar, como cualquier "niño" que llega nuevo... sus silencios, su timidez, el no saber que hacer o decir...
Pero lo que más me gusta es ese primer momento de estar a solas en mi clase. Es mi terreno, donde paso horas y horas de cada día. Lo tengo "tuneao", con mis dibujos, mis recuerdos, mis fotos de las promociones que van pasando por mis manos y se van marchando... Lo bueno de llevar 9 años en el mismo colegio es que puedes verlos crecer. Este año se ha ido a Secundaria los primeros pekes que yo tuve en este cole en infantil. Me despedí de todos ellos. Suelen venir a visitarme a la clase, y yo le saco como una "abuelilla" las fotos de cuando estaban conmigo, y les recuerdo sus "historias, sus cosas" y ellos ríen sin parar, y para mí no hay nada más gratificante que me sigan diciendo "seño, yo quiero volver a estar aquí contigo...", no encuentro mayor legado que ese. El del cariño mutuo. Yo se que existiré en algún rincón de sus memorias adolescentes y ellos vivirán para siempre en mi corazón.
Luego me enfrento a la nueva lista. Me esperan 25 pequeños seres que aterrizan por primera vez en un colegio. Miro y miro esas fotos, con esas caritas felices, que el día 17 de Septiembre se convertirán en 50 ojos clavados en mí. No me conocen, no los conozco. Tendremos que empezar un proceso de adaptación mutuo que nos llevará durante 3 años a seguir un mismo camino: el de sus primeros pasos en el mundo de la educación. Para mí es el mejor de los trabajos. A pesar de que este primer trimestre tendrá como banda sonora los llantos de muchos de ellos, que por primera vez abandonan la seguridad de sus madres para estar con una desconocida con un vestido muy raro de cuadritos rojos y que se empeña en abrazarlos y en decirles que hagan esto o aquello, cuando está claro que no lo quieren hacer.
Son pequeñas esponjitas, moldeables bloques de plastilina con un enorme corazón, esperando ser esculpidos a base de muchos kilos de paciencia y muchas toneladas de amor. Un día, cuando de repente no lloran, cuando recogen las cosas en su sitio, cuando se desenvuelven solos con sus desayunos, cuando son autónomos para cosas que antes no lo eran, cuando de repente descubren un número, una figura geométrica y vienen y te dicen con sus medias lenguetas... "seño, seño, esto es un tuadrado..." sientes algo dentro de tí que no se puede explicar. Respiras hondo... y sabes que ya están en camino, que hemos iniciado ese camino que nos llevará durante esos 3 años, donde descubriremos juntos un maravilloso mundo de fantasía, de ilusión, de esperanza, de vivencias, de aprendizajes...
Por eso, cuando mañana abra la puerta de mi clase, se que con ese siemple gesto, abro también la puerta a una nueva parte de su vida, de 25 "enanitos" que un día me dirán con sus voces preadolescentes... "seño, ¿te acuerdas....?". Y yo sonreiré, porque me acordaré...
Y me emociono sabiendo que algún día, yo estaré al "otro lado de la barrera", observando como miras a tu seño en tu primer día de cole, juntas olerermos a "nuevo" tus libros, tu mochila, tu baby, tus cosas...y aunque se me partirá el alma como a cualquier madre cuando me mires y te vayas con ella de la mano, sabré que has iniciado una nueva etapa de tu vida, que te hará inmensamente feliz, y a mí, más, por partida doble.
Como dicen los toreros cuando van a pisar el ruedo... "¡suerte maestro!", pues eso, suerte en el nuevo curso y con los nuevos pekes...(que yo también voy hecha un flan el primer día....).
Yo, como las campañas del Corte Inglés, cada primero de septiembre, vuelvo al cole. Y siempre soy un poco niña ese primer día. Me abrazo a mis compañeros, a mis amigas, entro en la clase, donde todo vuelve a oler a nuevo, a recién pintado. Abro con emoción las cajas que dejé embaladas en junio, donde guardo los pequeños tesoros que viajan conmigo de clase en clase. Conozco a nuevos compañeros que se embarcan en esta aventura de la educación. Nos reimos, nos contamos las anécdotas del verano, recordamos a los que se han ido y observamos a los que acaban de llegar, como cualquier "niño" que llega nuevo... sus silencios, su timidez, el no saber que hacer o decir...
Pero lo que más me gusta es ese primer momento de estar a solas en mi clase. Es mi terreno, donde paso horas y horas de cada día. Lo tengo "tuneao", con mis dibujos, mis recuerdos, mis fotos de las promociones que van pasando por mis manos y se van marchando... Lo bueno de llevar 9 años en el mismo colegio es que puedes verlos crecer. Este año se ha ido a Secundaria los primeros pekes que yo tuve en este cole en infantil. Me despedí de todos ellos. Suelen venir a visitarme a la clase, y yo le saco como una "abuelilla" las fotos de cuando estaban conmigo, y les recuerdo sus "historias, sus cosas" y ellos ríen sin parar, y para mí no hay nada más gratificante que me sigan diciendo "seño, yo quiero volver a estar aquí contigo...", no encuentro mayor legado que ese. El del cariño mutuo. Yo se que existiré en algún rincón de sus memorias adolescentes y ellos vivirán para siempre en mi corazón.
Luego me enfrento a la nueva lista. Me esperan 25 pequeños seres que aterrizan por primera vez en un colegio. Miro y miro esas fotos, con esas caritas felices, que el día 17 de Septiembre se convertirán en 50 ojos clavados en mí. No me conocen, no los conozco. Tendremos que empezar un proceso de adaptación mutuo que nos llevará durante 3 años a seguir un mismo camino: el de sus primeros pasos en el mundo de la educación. Para mí es el mejor de los trabajos. A pesar de que este primer trimestre tendrá como banda sonora los llantos de muchos de ellos, que por primera vez abandonan la seguridad de sus madres para estar con una desconocida con un vestido muy raro de cuadritos rojos y que se empeña en abrazarlos y en decirles que hagan esto o aquello, cuando está claro que no lo quieren hacer.
Son pequeñas esponjitas, moldeables bloques de plastilina con un enorme corazón, esperando ser esculpidos a base de muchos kilos de paciencia y muchas toneladas de amor. Un día, cuando de repente no lloran, cuando recogen las cosas en su sitio, cuando se desenvuelven solos con sus desayunos, cuando son autónomos para cosas que antes no lo eran, cuando de repente descubren un número, una figura geométrica y vienen y te dicen con sus medias lenguetas... "seño, seño, esto es un tuadrado..." sientes algo dentro de tí que no se puede explicar. Respiras hondo... y sabes que ya están en camino, que hemos iniciado ese camino que nos llevará durante esos 3 años, donde descubriremos juntos un maravilloso mundo de fantasía, de ilusión, de esperanza, de vivencias, de aprendizajes...
Por eso, cuando mañana abra la puerta de mi clase, se que con ese siemple gesto, abro también la puerta a una nueva parte de su vida, de 25 "enanitos" que un día me dirán con sus voces preadolescentes... "seño, ¿te acuerdas....?". Y yo sonreiré, porque me acordaré...
Y me emociono sabiendo que algún día, yo estaré al "otro lado de la barrera", observando como miras a tu seño en tu primer día de cole, juntas olerermos a "nuevo" tus libros, tu mochila, tu baby, tus cosas...y aunque se me partirá el alma como a cualquier madre cuando me mires y te vayas con ella de la mano, sabré que has iniciado una nueva etapa de tu vida, que te hará inmensamente feliz, y a mí, más, por partida doble.
Como dicen los toreros cuando van a pisar el ruedo... "¡suerte maestro!", pues eso, suerte en el nuevo curso y con los nuevos pekes...(que yo también voy hecha un flan el primer día....).
