sábado, 5 de enero de 2008

Tarde de Reyes






Querida peke del alma:

Hoy, 5 de Enero, es la tarde de Reyes, la tarde de la ilusión, la noche de los sueños...

Desde que era muy pequeñita, ha sido la noche especial de mi vida, el día que más esperaba del año, quizás porque así me lo han transmitido mis padres, tus abuelos.

Cuando era una niña, pasaba el día nerviosa, de un lado para otro, sin entender la sonrisa imborrable que tenía la cara de tu abuela Luisa cada vez que preguntaba que si faltaba mucho para que los Reyes llegasen. Creo que podía ser muy muy pesada.

Tu tía Mª Luisa, estaba segura año, tras año, de que los escuchaba por las noches, cuando no nos podíamos dormir de los nervios, pasear con sus camellos por debajo de nuestras casas.

Ese día, todo era un ritual... El roscón del Reyes, buscar la sorpresa escondida entre la nata, tu abuelito Antonio poniéndose la corona llena de merengue que viene en el centro del roscón.

Luego, tempranito, y bien abrigada, íbamos a la Cabalgata... cuando me acercaba al lugar elegido por mis padres, hasta me temblaban las piernas al esuchar los tambores de la banda que abría el cortejo...

Todo se magnificaba, todo...el cielo era más bonito, la gente estaba contenta, el intenso frío de Enero era una brisa... Comenzaban a pasar ante mis ojos las carrozas, los personajes, los pajes, y por fin llegaban las carrozas de los Reyes... Melchor, mi preferido, con sus largas barbas blancas, al que yo pedía medio en silencio medio extasiada que me trajese eso que había pedido en mi carta... Cuando giraba la cabeza para saludar, creía que me miraba a mí sola, mi padre solía darme la mano, y yo se la apretaba más fuerte aún de los nervios...

Mientras, mi madre y mi hermana solían recoger los caramelos...

Cuando todo terminaba, volvíamos a casa, cenábamos prontito, y a la cama, eso sí, previo dejar los zapatos bien limpios (en aquella época a mi madre le encantaba ponerme zapatitos de charol, con lo que brillaban como nunca...), agua para los camellos y leche para los Reyes, o una copita de anís con unos polvorones, que milagrosamente al día siguiente por la mañana, habían desaparecido... Estos Reyes debían traer hambre, sí...

Luego con la habitación apagada, los nervios a flor de piel y cualquier ruido me ponía en alerta... Hasta que el agotamiento, el cansancio y la ilusión, me vencían...

Cuando despertaba, no existía día más feliz, ni mañana más radiante, ni cara más sorprendida, ni ojos más llenos de ilusión, que los de mis padres... Supongo que ser paje de sus majestades proporciona muchas alegrías...

Hoy, desde mi perspectiva de adulta, aunque poco infantil en el fondo, sigo recordando con nostalgia la tarde de Reyes, aunque, las cosas han cambiado bien poco. Bueno sí, de lugar. Tenemos la fortuna de vivir en un lugar privilegiado, por donde la cabalgata pasa cada año, y ahora es nuestra terraza el punto de reunión. Me sigue encantado ver los ojos de mis padres, que supongo reviven al igual que yo, nuestra infancia, viéndose rodeados por sus dos hijas y sus nietos (bueno, y tu tío Jose, que es peor que cualquiera de los niños..., en cuanto a sus regalos, claro...)

Desde luego, mi ilusión y mis recuerdos se los debo en gran parte a mis padres. Ellos nos la transmitieron, ellos consiguieron hacer especial esos días de infancia. Y yo quiero, peke del alma, transmitírtelo a tí.

Quiero sentir tu ilusión, quiero ver tus ojos iluminados por la magia, quiero sentir tus manos nerviosas agarradas a las mías, o ver como papá te monta en sus hombros para que puedas ver de más cerca a los Reyes, quiero acostarte por la noche, mientras andas de un lado para otro porque tus nervios no te dejan en paz, quiero sobre todo, ser ese paje que hace realidad tus sueños, y ver tu cara en la mañana del día 6.

Quiero que seas feliz, quiero que disfrutes de tu infancia como yo disfruté, quiero vivir contigo todos estos momentos tan maravillosos que nunca se olvidan, porque ya ves, a mis 35 años, sigo soñando con la tarde de Reyes.

No se cuanto tiempo tardaré en poder abrazarte, lo que sí se, es que cuando esta noche, una vez más, Melchor pase bajo nuestra casa, le pediré que rebusque en su saco, y encuentre esa carta en la que pido tan sólo una cosa, que tú bien sabes cual es... Probablemente, papá haga lo mismo con Baltasar que es su preferido...

Mientras, una tarde más de Reyes, una tarde más de ilusión, se dibuja bajo el cielo de Córdoba, mientras, en algún lugar del universo, mi estrella de Oriente, que eres tú, brillas más que nunca dentro de mi corazón. Y en mis deseos.

Te queremos peke, con toda el alma...

Mamá y papá